The weekly newsletter of Discerning Deacons

St. Phoebe ©2023, Brother Mickey McGrath. Used with permission.

Reflexión en español al final del boletín, o siguiendo este enlace

May 10, 2023

The morning earthquake on Resurrection Sunday signified a great change on earth. And women were chosen to be the first receivers of this wonderful change and good news. At the resurrection, Mary Magdalene was a tower of strength, never losing hope, shedding tears of joy. Mary was called by name and commissioned by Jesus to go and tell the good news. Unlike the many times in his ministry when he told others not to tell about their healing, Jesus told Mary it was time to tell the world, thus beginning Mary’s important work of telling the story, the story of Jesus, his teachings, and how he changed her life and that of so many others. Telling the world that death does not have the final word. Telling the world of God’s mercy, love and salvation through Jesus’ resurrection.

This is astonishing because in the patriarchal society of the first century, a woman would never have been chosen to be the public witness or ambassador. If you wanted to spread a story far and wide and one that was credible and impactful, you would not have chosen a woman as the spokesperson. Jewish women could be trustworthy in testimonials on private matters related to domestic and family life but not as a public witness. Josephus, the Jewish historian, stated that even multiple women as public witnesses would not be acceptable or trustworthy.

However, God is not bound by our human limitations and we know well that God chooses women for important work.

Have you ever reflected on the fact that, for a brief time, the whole of the resurrection, the entire good news rested in the heart of one woman? In the time it took Mary Magdalene to reach the men, the greatest news of all time was held only by a woman. Does this remind you of another Mary? Jesus’ mother who for nine months was the only person on earth to hold within her the greatest gift to the world.

The more I reflect on the female bookends of Jesus’ earthly life, the more convicted I am that women and our unique qualities and gifts are needed in this world, in our communities, in our church, for the church, for the mission.

Just as Jesus empowered Mary Magdalene to go and tell, Paul emboldened Phoebe. In the letter to the Romans 16:1-2, Paul commends Phoebe and introduces her to the church in Rome as a deacon of the church in Cenchreae. Paul asks them to receive her in the Lord in a manner worthy of the holy ones, and to help her in any way, for she was a benefactor to Paul and to many others. The Discerning Deacons website describes Phoebe best. She was a woman of great courage and deep love. She answered God’s call to minister to God’s people during the earliest days of the Church, when persecution against Christians was strong. She earned the trust of Paul, who depended on her to handle communications with the ecclesial community in Rome. In her biography of Phoebe, British theologian Paula Gooder notes that, in Greek, Phoebe means “shining.” Phoebe is another woman who, in spite of the danger, answered the call to do the important work.

Today we stand on the shoulders of Mary, Mary Magdalene, Phoebe, and a litany of saints and doctors of the church who courageously answered God’s call to go and tell. In our leading and in our generosity, may we always shine the light of Christ and be the midwives of resurrection hope.

View the Gospel reflection by Shannon Lenet and Teresa Runyon at the May 3rd St. Phoebe Prayer for a Synodal Church.

“Beauty is one aspect of God that is irresistible.”
-Sister Madeleva Wolff, CSC

The Art & Synodality project was born out of the desire to share the synod with the Catholic world in the most accessible and unifying way possible —through art.

10 de mayo de 2023

El terremoto de la mañana del Domingo de Resurrección significó un gran cambio en la tierra. Y se eligieron mujeres para ser las primeras receptoras de este maravilloso cambio y de la buena nueva. En la resurrección, María Magdalena fue una fuente de fortaleza, sin perder nunca la esperanza, derramando lágrimas de alegría. María fue llamada por su nombre y comisionada por Jesús para ir y dar la buena nueva. A diferencia de las muchas veces que en su ministerio cuando les dijo a otros que no hablaran de su sanación, Jesús le dijo a María que era hora de contárselo al mundo, comenzando así la importante labor de María de contar la historia, la historia de Jesús, sus enseñanzas, y cómo cambió su vida y la de tantos otros. Contarle al mundo que la muerte no tiene la última palabra. Contarle al mundo de la misericordia, el amor y la salvación de Dios a través de la resurrección de Jesús.

Esto es asombroso porque en la sociedad patriarcal del primer siglo, una mujer nunca habría sido elegida para ser testigo o embajadora pública. Si se quería difundir una historia a gran escala, de forma creíble e impactante, no se habría elegido a una mujer como portavoz. Las mujeres judías podían ser dignas de confianza en testimonios sobre asuntos privados relacionados con la vida doméstica y familiar, pero no como testigos públicos. Josefo, el historiador judío, afirmó que incluso múltiples mujeres como testigos públicos no serían aceptables ni dignas de confianza.

Sin embargo, Dios no está sujeto a nuestras limitaciones humanas y sabemos bien que Dios elige a mujeres para trabajos importantes.

¿Has reflexionado alguna vez sobre el hecho de que, durante un breve espacio de tiempo, toda la resurrección, toda la buena nueva descansó en el corazón de una sola mujer? En el tiempo que María Magdalena tardó en llegar a los hombres, la mayor noticia de todos los tiempos fue sostenida sólo por una mujer. ¿Te recuerda esto a otra María? La madre de Jesús, que durante nueve meses fue la única persona en la tierra que guardó en su interior el más grande regalo para la humanidad.

Cuanto más reflexiono sobre las mujeres que marcaron el principio y fin de la vida terrenal de Jesús, más convencida estoy de que las mujeres y nuestras cualidades y dones únicos son necesarios en este mundo, en nuestras comunidades, en nuestra iglesia, para la iglesia, para la misión.

Así como Jesús empoderó a María Magdalena para ir y contarlo, Pablo envalentonó a Febe. En la carta a los Romanos 16:1-2, Pablo elogia a Febe y la presenta a la iglesia de Roma como diácono de la iglesia de Cencreas. Pablo les pide que la reciban en el Señor de una manera digna de los santos, y que la ayuden en lo que sea, pues fue una benefactora para Pablo y para muchos otros. El sitio web de Discerning Deacons describe bien a Febe. Era una mujer de gran valor y profundo amor. Respondió a la llamada de Dios para ministrar al pueblo de Dios durante los primeros días de la Iglesia, cuando la persecución contra los cristianos era intensa. Se ganó la confianza de Pablo, que dependía de ella para las comunicaciones con la comunidad eclesial de Roma. En su biografía de Febe, la teóloga británica Paula Gooder señala que, en griego, Febe significa "resplandeciente". Febe es otra mujer que, a pesar del peligro, respondió a la llamada para hacer un trabajo importante.

Hoy nos beneficiamos de la herencia de María, María Magdalena, Febe y una letanía de santas y doctoras de la Iglesia que respondieron con valentía a la llamada de Dios de ir y contar. Que en nuestro liderazgo y en nuestra generosidad brille siempre la luz de Cristo y seamos parteras de la esperanza de la resurrección.

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